+ Texto PILAR M. CHICANO +
Hoy me voy a permitir el recuerdo de todas aquellas mujeres que llevaron a cabo una difícil tarea en España, y no es más que la de enseñarnos el propio reconocimiento y la aceptación de una misma, dentro de un mundo en el que se puede y se debe pensar, decidir y actuar.
Cuando hablamos de deuda histórica, se nos va de las manos, y parece ser que solo se salda con dinero. No es necesario rendir homenajes en plazas, poner nombre de políticos a las calles: no. Deberíamos pensar en que la manera de saldar una deuda es no traicionar al que se le debe para empezar, y esto es lo que ha ocurrido en España ahora, en el siglo XXI, y justo un día antes de la celebración del nacimiento de Clara Campoamor.
Parecía que en estos tiempos una mujer que se dedica a la política no iba a tener que pensar y decidir dentro de su partido como mujer, y ejercer su puesto como una representante de todas las españolas, pero las que forman parte del partido que gobierna, desde mi punto de vista, sí lo tenían que haber hecho. Esas mujeres que están en el Congreso todos los días, las que aplaudieron levantadas a Gallardón después de que se aprobara la nueva Ley de interrupción del embarazo, a la que llamaría mejor la Ley de cómo darle vueltas a la perdiz para que una mujer no pueda interrumpirlo, cómo marearla para que finalmente la decisión no sea suya, sino de aquellos que no saben nada de su vida, de su sufrimiento para tomar esa decisión, y en definitiva, de la coacción que a partir de estos momentos tenemos sobre nosotras.
Atrás quedaron debates como los que teníamos hace pocos años, el velo o el burka. Eso pasó a la historia, se les llenaba la boca con decir que la lucha de la mujer en Occidente no podía permitir la opresión de las que habían sido educadas en la inferioridad y que aquí tenían la oportunidad de vivir en libertad. Ahora es a las españolas a quienes se nos cuestiona, las que nacimos en una democracia y fuimos educadas en igualdad, las que nos prometieron un mundo donde las oportunidades eran para todos/as. Pero en esto, como en tantas otras cosas, nos han engañado. Ya no se trata de que aún en España, una mujer cobre menos que un hombre realizando el mismo trabajo, eso es otra cuestión. Se trata de algo mucho mas ideológico y que corta de raíz la libertad de la voluntad propia y el ejercicio de ella.
Visto lo visto, no puedo más que aplaudir a esas chicas que lanzan bragas a Rouco Varela, a las que se despojan de su ropa para protestar con sus senos desnudos, a las que se enfrentan por defender sus derechos, a las que se besan en defensa de gays en Rusia, a las que en la India se organizan para defenderse solas contra los abusos sexuales, a las que se organizan para dar un techo a las repudiadas, a las que se enfrentan a los gobiernos islámicos sabiendo cuál puede ser su final. Aplaudo a las sufragistas, a las que quemaron sus sujetadores en los 60 por la paz y la libertad, a las que se inseminan y asumen la maternidad en solitario o para formar una familia con otra mujer, y en definitiva, a todas aquellas que escuchan y viven en el mundo real. Todas las que sin ocupar cargos políticos y sin tener la oportunidad de cambiar leyes intentan cambiar su mundo y el de los que les rodean, porque saben que el político de turno no se interesa por mejorar la vida de los demás, ¿es el partido lo que importa? rotundamente no, es el bolsillo y la carrera lo que les importa; no somos nosotras.
No hemos visto debate, no hemos visto lo que hizo Clara Campoamor en el Congreso, enfrentarse a sus propios colegas de partido cuando defendió el voto femenino, no. Lo que hemos visto ha sido una pantomima para que nos creamos que en el partido que gobierna hay cohesión, pero el problema es que ellas, nuestras políticas que gobiernan lo han permitido y asumido, creyendo que el resto lo vamos a hacer también. Mi pregunta es: ¿queremos una representación femenina como esta? y mi respuesta es un NO rotundo. Parecía que todo había terminado pero esto, chicas, no ha hecho más que empezar, otra vez. No puedo más que recordar y aplaudir a aquellas mujeres, y terminar reafirmándome en la frase de Humboldt que formaba parte del discurso de Campoamor de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.
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