Texto NURIA PEREA
Love va del amor, así de simple. Claro que no tiene nada que ver con ese sentimiento perfecto, mitad doloroso, mitad triunfal pero siempre grandilocuente que se describe en “Pretty Woman”, o en cualquiera de las comedias románticas clásicas que han dejado poso en nuestra generación (y la anterior, y la anterior a la anterior) llevándonos a buscar la relación entre “Putanieves y el príncipe” en cada uno de nuestros matchs de Tinder. Love describe, al menos en su primera temporada, la parte inicial de las relaciones, el estadio del conocimiento mutuo, y la lucha que se da entre esa idea arraigada en el amor romántico que construimos sobre quién tenemos en frente y eso que finalmente resulta y nunca había negado ser, para bien o para mal. La única diferencia, y el detalle que la hace brillar, respecto al resto de productos similares, es que la última creación de Netflix tiene un poquito de Lesley Arfin y otro poquito de Judd Apatow, lo que se traduce en algunas superficialidades muy importantes, situaciones de carcajada , personaje secundarios llenos de matices, y sobre todo, dos protagonistas y una historia cargada de honestidad. Durante 10 capítulos vas a verte reflejada en ella y vas a verte reflejadaen él, vas a ser Mickey (Gillian Jacobs) y vas a ser Gus (Paul Rust).
Mickey es todo lo que se esconde detrás de la chica guay. A un paso de tocar fondo y regada de todas las adicciones posibles, apática y tan lo peor que solo puedes quererla. Gus es lo propio del nerd al uso, aparentemente bondadoso, en la búsqueda de la estabilidad y el reconocimiento. Él solo quiere que le quieran, con todo su doble juego. Juntos trazan el modelo íntegro de las relaciones actuales partiendo eso sí, de un binomio manido, contrapuesto, y de primeras algo antiestético. El uno dibujado desde los ojos del otro. Ambos nuestra guía en esta relación con base en Los Ángeles y rodeada de inocentes y sorprendentes compañeras de piso (que nos puede recordar a la Shoshanna de Girls), padres que fueron la gente divertida del ayer, canciones para películas sin BSO, mucha humillación y un poquito de diazepam.