Ilustración PABLO RODRÍGUEZ (Little)
Marieta, una de mis mejores amigas, siempre dice que ser lesbiana es algo así como tener un millón de euros en el banco y que nunca se agote. Puede que esta afirmación, así en abstracto o sin pertenecer al colectivo, no se entienda mucho. Pero lo que ella, que es muy sáfica en todos los sentidos, quiere decir es que ser bollera significa tener a tu disposición un cheque en blanco de libertad y, a la vez, la autoridad para salirse unx de la heteronorma.
Para Javier, otro de mis besties, ser gay tiene que ver con la fortaleza. Con el callo vital desarrollado a base de palizas y de insultos durante su infancia, los cuales le han llevado a ser una de las personas más comprometidas consigo misma y con su entorno que he conocido nunca.
El Orgullo, lo que “celebramos” todos los 28 de junio desde 1969, tiene un poco que ver con ambos sentimientos. Con desarrollar una resistencia innata a todo lo que pueda venir. Con la libertad de saltarse las reglas sociales establecidas gracias a la lucha construída por nostrxs mismos y nuestro contexto. Y es, precisamente el “pride”, el elemento unificador de todas las letras de nuestro colectivo. Con independencia del significado de cada una de ellas, todas comparten una esencia transcendental y contagiable por necesidad al resto de la sociedad.
Por nuestras venas arcoíris corre el poso de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, dos mujeres transexuales, cero blancas (latina y negra), cero ricas (prostitutas) y cero convencionales que alzaron la voz (y las piedras) por encima de cualquier autoridad para reclamar un lugar para todxs nosotrxs. Un sitio que naturalmente nos pertenece, un espacio en el que no deberíamos ubicarnos por tolerancia o a cambio de travestirnos y asumir la perfomance del género aceptable.
El colectivo LGBT+ tiene por definición un rol tremendamente importante en el mundo actual y está impreso en nuestro ADN, somos “la diferencia”, el camino de baldosas amarillas, la acera de enfrente. No somos el estereotipo, la mofa o la tragedia. Somos la lucha y la colectividad. No dejemos que nos cambien, no dejemos que nos organicen ni que nos moldeen para convertir nuestra causa en un consumible más. Nos debemos la visibilidad, la ostentación de la pluma en alto, la camisa de cuadros y el arnés. Sin nosotrxs no hay posibilidad de pluralidad, ni esperanza de construcción.