+Texto NIEVES MUÑOZ+
+Fotografía CARLOS PELLICER+
El pintoresco y angosto barrio Madrileño de Malasaña, una intrínseca y pequeña vía bautizada bajo el nombre de Calle de la Beneficencia, una desvencijada iglesia anglicana, y, como parada final en el trayecto, un ajado estudio transformado en un espacio de creatividad compartida. Hablamos de la experiencia vivida en una visita a Estudio Beneficencia, un estudio de arte independiente fundado hace dos años por un grupo de jóvenes con ganas de luchar por su pasión pese a la coyuntura actual. Un claro exponente de que están pasando cosas y se están gestando nuevos gérmenes en el mundo de la creación; una subcultura alternativa y paralela al ámbito comercial, sometida al desconocimiento del vasto de la sociedad.
La convivencia diaria, el intercambio de ideas y el hecho de compartir una gran pasión hacen de Julia Cuadrado, Jairo Alfonso, Ugo Martínez, Pedro López, Álvaro Muncharaz, Ana Chinarro y Lorena Domingo -sus actuales componentes- un grupo heterogéneo que ha adquirido una filosofía e imaginario propios. Abiertos a la colaboración mutua y respetuosos con el espacio de cada cual a su vez, hacen de su actividad codo con codo una experiencia placentera y productiva, puertas adentro de una realidad en la que, según ellos mismos afirman, pese a las posibles ayudas existentes a los artistas hay que buscarse recursos y alternativas si buscas lograr lo que quieres.
Así, se ha conformado un sitio imaginativo, en que cualquiera que tenga la oportunidad de asistir puede disfrutar de múltiples y divergentes obras, vagando, por ejemplo, entre algunas como el dibujo minimalista de Ana, los originales collages de Julia, los muebles con materiales reciclados de Álvaro, los acrílicos de Lorena, los grandes óleos de Pedro, el dibujo a lápiz acuarelable de Jairo y la pintura a tinta china y bolígrafo de Ugo; mientras en habitaciones contiguas se gestan otras variantes del diseño como la arquitectura o la moda, a la vez que tienen lugar las prácticas religiosas propias del peculiar y polifacético lugar de culto que les sirve como escenario.
Tras participar en la última edición del conocido concurso Open Studio -en el que cuentan tuvieron una gran acogida por parte del público y los expertos- la popularidad de este proyecto común, que nunca se propuso darse a conocer de manera mediática, no ha hecho sino aumentar. Si bien declaran que, aunque el espacio compartido les aporta cosas beneficiosas como la compañía y la influencia mutua, consideran esta como una etapa más de su trayectoria profesional, en la que aspiran a poder tener un lugar de trabajo propio adaptado a sus necesidades individuales.
Y es que estos jóvenes dan una lección de que, en un mundo y un mercado donde no existe sentido direccional establecido, los límites de la creatividad y las vías para ponerla en práctica se diluyen, dando la oportunidad a todo aquel que, pese a la incertidumbre que ello conlleva, se proponga conseguir su sueño.
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