Texto JESÚS GALEOTE
Fotografía Txema Yeste y Folch Studio (Vía Facebook)
[…] cuando desaparezca la confianza en la generación llamada a ser la milennial, cuando el ritmo de la vida lo marquen sintetizadores latinos prefabricados y los programas de telebasura aniquilen el conocimiento […] cuando sean sólo unos pocos los que mantengan la llama de las artes en la intimidad protectora de sus hogares, en el ilimitado espectro que dibujan las yerbas ilegales […] cuando la musicalidad haya sido vencida por hordas de bandas de pop indie que lo abanderen todo sin sonar a nada. Cuando el calendario de festivales ambulantes esté poblado por blogueras con shazham, food trucks con tokens, churrerías que queman aceite al calor de canciones de Izal.
[…] Entonces el Cosmos se revelará. Nos enviará terremotos, inundaciones, libros de Lucía Etxebarría en busca de temáticas huérfanas de gurús: ¡maldito castigo! El amor alcanzará niveles estratosféricos de toxicidad, tan altos que habrá necesidad de acuñar un nuevo término que defina la posverdad de la contaminación. Se nos arrebatará el sentido del olfato y seremos incapaces de percibir una polución que ya llevaremos dentro. ¿A qué huele la podredumbre cuando ya estamos podridos? Cuando ya sea demasiado tarde, cuando Juan Magán exista.
Podría ser el comienzo de cualquier fábula milenaria capaz de edificar por sí sola una nueva religión en torno al flamenco. Sí, Flamenco, pues hablaría de un cosmos que nos envía a un profeta para volver a hacer grande la palabra. Un profeta que será por fin mujer (THE FUTURE IS FEMALE) y promulgará un nuevo cantar pese a que el repertorio escogido por sus astros repasase de palo a toque la gloria misma del antiguo testamento.
Rosalía ha obrado el milagro. Un profeta de Barcelona, calzando plataformas y cubriendo su forma humana de marcas deportivas. Comiendo noodles, tomando selfies de su belleza insoportable, cantando hits traperos para despistarnos, enganchándonos a sus redes, a sus amistades con Tangana y con otros tantos que nos han hecho confiar en corrientes minusvaloradas como el trap por ser la rebelión lógica de toda una generación contra su propio embrión contextual. Pero Ella, sin previo aviso, se desmarca de su generación con una alabanza divulgativa, pronunciando la palabra absoluta del flamenco y transformándose en emisaria especial de una de las expresiones universales más ricas. A nadie con cierta sensibilidad puede dejar indiferente su voz, su clase, su evidencia. Estamos ante el sueño imposible de la reinvención desde lo clásico; lo que por naturaleza parecía irrealizable se hace evidente, se hace credo, y su oración arrastra a miles de seguidores dispuestos a descubrir por fin lo que hasta ahora nadie les explicaba; que el flamenco es arte, que se canta sólo con guitarra y que el sonido de un grajo perturba siempre que la muerta se acerca. Por mi puerta no lo pasen podría hablar de la muerte de Lorca, Redentor parece estar cantada a la cara del mismo Jesucristo y Nos quedamos solitos entristece y desampara, pero habla por fin de los grandes sentimientos, esos a los que veníamos teniendo miedo a enfrentarnos desde que la diversión como fin se instalase en nuestra era.
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Rosalía, sin embargo, parece inmune al miedo. Quién dijo miedo si ella es capaz de sentarse a grabar tremenda arquitectura contemporánea de lo jondo. Para los amantes, los flamencos o los que erizamos el vello con un son; para todos La mismísima Hija del Cosmos se ha hecho humana con Los Ángeles, un trabajo que lleva dentro la misma verdad que cantaran Morente, Camarón o Carmen Linares. Proclamamos tu nombre, Rosalía y alabamos tu resurrección, Flamenco.