Texto y video RITA BUIL MAYORAL
La primavera y el solecito se asoman. Provocan en nosotros cual efecto Paulov esas cosquillitas al rememorar los momentos que el buen tiempo trajo el año pasado y que son parientes de los que ahora están por venir.
Entre muchas de las cosas que nos harán disfrutar no pasará desapercibida la inmensa oferta de festivales musicales que se dan lugar en nuestro país. Esto no significa que por más cantidad haya más calidad. Pero desde luego tendremos donde elegir.
El pasado jueves tuvo lugar el previo de uno de estos famosos festivales. La velada pintaba bien: Artista japonés que se atreve a crear música utilizando televisores de tubo catódico como instrumentos.
Si, si. Huele a Sónar.
Mediante el espectáculo de Ei Wada se abre la veda para que crezcan las ganas de asistir conforme se acerca la cita señalada en Junio. No se equivocaron al elegir a este artista como uno de los encargados de dejarte con la miel en los labios.
Acostumbrados a la tecnología más puntera con la que Sónar suele contar, llamaba la atención encontrar una escena que parecía salida de otra época. Una instalación de televisores apagados de los que ahora es muy común ver en cualquier esquina de un cubo de basura destripados por alguien que acaba de pasar.
Colocados allí no pintaban mucho mejor. Hasta que cobraron vida en cuanto el artista subió al escenario. Daba la sensación de integrarse entre los aparatos. La forma en que se relaciona con ellos es muy atractiva. La gama de sonidos que ofrece es muy rica, más aún si pensamos en como los está produciendo. Tan pronto consigue una suave melodía acariciándolos como maravillosos graves en modo ruido apretando sus pantallas con fuerza. A fin de cuentas, la tecnología que utiliza para reproducir toda esta variedad es precisamente la propia energía de su cuerpo. Su espectáculo se disfruta. Te contagia ver como juega a comunicarse mediante frecuencias y campos magnéticos.
Cualquiera diría observando su trabajo que tiene tintes de artistas tan grandes como Nam June Paik (recordando sus televisores manipulados con imanes mundialmente conocidos) o Clara Rockmore en su dominio inigualable del poco valorado theremin.
Pese a no estar reinventando la rueda (ni falta que hace) sobretodo y lo más importante a destacar, es la naturalidad con que lleva a cabo su intervención sin ningún miedo ni tapujo ante la experimentación.
No pierdas la ocasión si puedes ver a Ei Wada en su espectáculo Braun Tube Jazz.